Aquel fue un septiembre plagado de incertidumbres. Tal vez el temor a romper con el presente me impulsara a iniciar proyectos más inofensivos, que desconocía a que puerto podrían llevarme, y que me olvidasen de tomar decisiones de las que (creía) pudiera arrepentirme.
Dos años después me encuentro casi en el mismo punto. "Alguna" de las actividades iniciales siguen adelante con más o menos fortuna, pero las preocupaciones de fondo subyacen. Me noto cansado, agotado más bien, y eso me hace pagar factura. Mi estado de salud y de ánimo no es el mismo. Sigo metiéndome en guerras sin sentido, huyendo de utilitarismos y de sentidos prácticos y dejando de lado actitudes hipócritas aún sabiendo que al traspasar el umbral del pensamiento "políticamente correcto" voy a ganar más enemigos que amigos. Cada vez veo más lejos el poder volver a definirme como "una buena persona" tal y como hacía antaño. De veras que lo era.
Pero he cambiado: ahora vivo algo más en el presente, aún cuando sepa que de seguir así no voy a ninguna parte y hasta he sido capaz de cometer una infidelidad que aunque todos vosotros no la veais como tal, es infidelidad partiendo de la base de quien la comete cree estar engañando.
Me he hecho mi sitio en el mundo. Pequeño y confortable pero cálido. Sin embargo, siento la necesidad de ir en pos de otros lugares. Yo también estoy necesitado de cariño.