lunes, 19 de febrero de 2007

Uno de mis episodios amorosos terminó de la manera más sencilla posible. Con un frío adiós, ella montándose en el coche y yo observando como éste se iba marchando hasta que le perdí de vista al doblar la primera esquina.

Durante algún tiempo, meses tal vez, viví con la sensación de que mi vida se había marchado en ese coche, hasta que tiempo después un ser querido, otra alma, o tal vez la misma vida me abofeteó para despertarme de aquella pesadilla.

Cuando este fin de semana he visto alguien tener que dar una bofetada de ese tipo, me he quedado contrariado. Sí...!, creo que a la persona que la recibía le hacía data, pero si hubiera sido yo el que hubiera tenido que darla no me hubiera sentido capaz de hacerlo...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esos son deberes que nadie quiere hacer, pero alguién tiene que hacerlo, a todos nos tocará y lo harremos lo mejor que podamos, si de un ser querido se trata

Anónimo dijo...

A mi esto me hace pensar en lo que comentabas el otro día de si volver a un sitio para cambiar la perspectiva, los múltiples puntos de vista... Cuando estás en pesadillas de este tipo tienes dos opciones:
a) Te sigues encerrando en ti, tu dolor, tu punto de vista, y dándote de cabezazos contra un muro.
b) Te llega alguien, (o algo) y te da la famosa bofetada, que duele, pica...pero te hace salir. Es fastidioso el papel de verdugo, pero como dice Raddy, cuando se trata de alguien que nos importa, vale la pena.
No obstante, esto es como todo, siempre se puede alegar que qué derecho tiene nadie para ir dando bofetadas...

Anónimo dijo...

Me has hecho recordar la última "bofetada" que me dieron. A esa persona le quiero y aprecio, y creo que desde entonces, más. Conjugó perfectamente su profesión y su condición de amiga... tanto que no pude por menos que prometerle que cuando todo pasara nos íbamos a plisplar una buena botelal de vino, para celebrar la maistad que nos une. Chapeau por ella!