jueves, 7 de octubre de 2004

La ambigüedad es un juego muy peligroso

Candela y yo siempre hemos estado guerreando. A veces en broma y otras veces más en serio. Entre nosotros ha surgido la típica relación amor-odio que encandilaría a muchos guionistas de Hollywood. Cuando nos conocimos ella estaba muy guerrera, en su empresa me daba la impresión de que se estilaba mucho las frases con dobles intenciones y los comentarios irónicos. Me hizo gracia y entré rápidamente en su juego, me encontraba por entonces en una época de estabilidad emocional y no me importaba ser blanco de sus comentarios. Normalmente terminaba parándola de buen rollito, cosa que a ella le hacía gracia, y hasta la próxima...

Pero luego llegaron las implicaciones emocionales aderezadas con altas dosis de ambigüedad y nos acabamos ahogando en un mar lleno de confusiones.

Al de pronto Candela empezó a salir con un chico, tal vez ahí debimos plantarnos y establecer de nuevo las reglas del juego para evitar caer en equívocos. Pero ella no lo hizo y yo no supe entender sus insinuaciones (ciego que está uno...). Por una vez me hubiera gustado claridad en sus palabras y para cuando llegaron ya era tarde.

- Me mentiste, dijo ella mientras me alejaba.
- No te entendí, pensé yo.

Durante unos meses estuvimos bastante tranquilos pero distanciados. Pero cuando me llegó una mala racha, reanudé otra vez el juego como en un principio, es decir con frases con doble sentido pero dejando los sentimentalismos aparcados.

Pero estos días, el culpable soy yo. He vuelto a empezar la guerra y ella hábilmente me ha devuelto la pelota dejándome en evidencia. Lo reconozco, he jugado con fuego y me he quemado.

Y ahora me toca salir del lío en el que me he metido...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta situación me suena mucho… me he visto reflejada. Es muy divertido cuando empiezas pero es difícil ponerle límites y… luego todo se complica.

itsasbeltza dijo...

Hace unos meses Candela decidió dar un giro a su vida y como consecuencia de ello nuestros caminos se separaron. Ahora que lo releo añoro su actitud combativa.

Una asignatura pendiente más que sumar a mi vida...