lunes, 25 de octubre de 2004

Bodas (II)

Este sábado fue la boda de Julián y Marta. La gente se lo pasó bien excepto el menda que padeció una acidez de estómago galopante (palabrita del niño Jesús, que apenas bebí).

Toda boda que se precie tiene un sinfín de detalles horteras, que se van copiando de unas a otras o que simplemente hay que hacerlos porque sino parece que no te has casado. Luego está el problema de los que quieren tener el punto de originalidad.

Algunos detalles son de agradecer, por ejemplo un 10 para el que se le ocurrió hacer el reparto de comensales por mesas, evitando así las patéticas carreras por conseguir un buen sitio (o más bien por no conseguir uno malo).

En esta ocasión descubrí con gozo, que el fotógrafo (o el del video) había sido sustituído por unas cámaras de estas de usar y tirar, estratégicamente puestas en cada mesa de forma que las fotos las sacáramos los propios comensales y evitarnos el mal rato cuando se acerca el video por tu mesa y mientras pones tu sonrisa más gilipollas te acuerdas de sus difuntos por sacarte mientras estás comiendo.

Pero..., ¡peligro!. Una camara a disposición de Itsas, sabiendo encima que no va a pagar dichas fotos (mentira, pues las he pagado con creces), es algo que los novios debían haber previsto...

Lo de menos es la foto de Miguel Angel sacando la lengua, o la que muestra mi dedito corazón bien extendido. ¡No!, lo peor sucede cuando al final del baile, Itsas pasa por la mesa donde estaban sentados los tios abuelos de la novia y se encuentra con que en su rollo hay sitio aun para cinco fotos.

¿Para qué querrán una foto del extintor...?

1 comentario:

Bo Peep dijo...

Menudo temita que sacas, jajaja. No me gustan nada las bodas, no puedo remediarlo. Aunque la idea de las cámaras de fotos de usar y tirar me parece genial.