martes, 26 de octubre de 2004

Bodas (III)

Comparto fobias con Bo Peep con respecto al tema de las bodas. Si bien en mi caso habría que catalogarla como neofobia, ya que la alergia se ha manifestado este año. Pero bueno, afortunadamente con el fresquito desaparecen los virus nupciales para dar paso a los gripales y por este año ya he cubierto la cuota de los primeros.

Comentaba ayer, que en las bodas actuales no se producen las peleas de antaño por los sitios, ya que los novios se encargan de sentarte con quienes, luego, en el baile, discotecas y chocolates matinales (aunque uno ya no da para tanto) van a estar huyendo de ti. Hace unos meses Ardelia en su blog de soltería ya nos habló de las situaciones que se dan en este caso.

Este sábado aproveché el estado de mentalización de Alf (llevábamos un mes hablando sobre no quitarnos la chaqueta en el convite) y mientras nos fumábamos el último pitillo antes de la comida nos acercamos a mirar el tablón con la disposición de los comensales en el comedor.

Sí, ya sé que es lo primero que hace todo el mundo al llegar al restaurante de turno, pero Itsasbeltza funciona con lógica "inversa" y después de negarse a preguntar como se llega al restaurante cuando te has perdido en el trayecto (mujeres del mundo: la clave está en el mapa que te han dado en la invitación, y no en la respuesta del joven con sonrisa vacilona, al que abordaste en mitad de la calle. Claro, que si luego la tercera rotonda tenía cinco salidas en lugar de cuatro, eso ya no es problema tuyo, o sí, sólo que tu amigo que se casa es un auténtico capullo); a lo que iba, que al menda le resulta más fácil preguntar:

- ¿En qué mesa nos ha tocado?.
- En la catorce.
- ¿Y cuántas hay?
- Catorce...

Y una vez entras en el comedor te diriges con paso seguro hacia la mesa más cercana a la cocina.

Esto falla cuando el que se casa es el amigo al que le encanta mezclar gente. En ese caso, más vale preguntar cómo se llega al restaurante al chico de la sonrisa burlona y memorizar los nombres del resto de compañeros de comida, a los cuales ya conocías pero de los que sólo recuerdas el nombre de Vicente, el gilipollas que inició la guerra de raviolis en la despedida de soltero.

Pero bueno, dejémonos de delirios filosóficos y vayamos con los hechos consumados.

Conociendo a Marta, era de esperar un reparto clásico.
- ¡Ostias (perdón amatxu) Alf!, ¡Mesa 8!.
No os engañéis, la más cercana al baño.
- A ver, a ver...

* Jaime
* Marta
* Josu
* Luján
* Koldo
* Isabel
* Alf
* Itsas
* Miguel Angel
* Pello

Todos los amigos juntitos, eso sí, bien ordenados jerárquicamente y alfabéticamente (para los bien pensados, primero las parejas y luego los casos perdidos).

Lo que más rabia me dió fue ver que en mi añorada mesa catorce estaban sentados Sonia, Lucía, Carmen, Laura, Beatriz, Marta, Delia, Marimar, Cristina y Pablo. ¡Será cabrón el Pablito!

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