jueves, 7 de diciembre de 2006

Me encanta curiosear libros y librerías, y no me refiero a las tiendas o a las de préstamo sino a las que cualquiera de nosotros tenemos en nuestras casas. Ese espíritu curiosón es el que me permite descubrir obras o autores que de otra forma quizá nunca hubiera encontrado.

Hace mucho tiempo, mientras me hallaba en una de éstas recibí la bronca del dueño de la biblioteca. Extrañado devolví el libro a su posición original e intenté resarcirme del incidente que me había dejado con muy mal cuerpo. Tiempo después Haizea me explicó que algunas personas subrayan los libros y realizan anotaciones al margen, y esas líneas que le añaden no es más que asumir, matizar o personalizar lo que allá dicen y que leerlas, por tanto, es una forma de invadir su intimidad.

Acepté barco... es decir, en su momento lo comprendí pero no lo compartí, pero como siempre me sucede termino encuentrando muchas similitudes con otros comportamientos míos. Uno de mis mayores defectos es el de acumular papeles de todo tipo, que añadido a mi desorden convierte en un suplicio el hecho de tener que compartir espacio conmigo. Estos papeles suelen ser anotaciones o escritos (algunos hechos por mí, otros por ti, y los más por terceras personas) y no hay cosa que me fastidie más que encontrarme a alguien curioseando entre ellos, incluso cuando los dejo olvidados en zonas comunes o de paso.

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