martes, 22 de agosto de 2006

Conocer una ciudad no es visitar sus cuatro monumentos en una mañana de verano, es pasear por calles sin ningún atractivo turístico, charlar con el tendero de la tienda de ultramarinos de la esquina, o tomarte una cerveza (o dos) en un bar cutre mientras lees la prensa local.

Conocer una ciudad es querer quedarte a vivir en ella, aunque sea únicamente un mes, porque sabes que el poco tiempo del que dispones no va a ser suficiente para entenderla.

Conocer una ciudad es despreciar a los Tour Operadores que te la enseñan dentro del paquete: "Conozca Europa en tres días", sino aprovecharse de las visitas que el propio Ayuntamiento ofrece a sus ciudadanos.

Digo esto, porque este verano he aprobado (por fin...!) una de las asignaturas pendientes que tenía desde hace mucho tiempo, Barcelona, y como me suele suceder cada vez que salgo de mi entorno habitual, la(s) visita(s) se me ha quedado corta; y pese a que suelo consolarme con aquello de que siempre hay que dejar cosas por ver para justificar un posterior regreso, no puedo evitar quitarme de encima la sensación agridulce que me queda por todas aquellas cosas que por diversas razones no hice.

Porque:
- Me quede sin visitar el Monasterio de Pedralbes y todo el pijerío de su alrededor.
- Y la Barceloneta con sus calles estrechas.
- Y el entorno de la Plaça de les Glòries Catalanes, la Torre Agbar y otras consecuencias de la vorágine especuladora del Proyecto 22@. Y sobre todo... lo que queda del antiguo Poblenou.
- Y el Poble Espanyol.
- Y por supuesto, todas aquellas calles, plazas, parques, fuentes, estatuas, edificios y barrios que no aparecen en las guías turísticas.

Y además, Barcelona ha cumplido con otras expectativas que me tenía marcadas, y que la convierten hoy en día, en mi única alternativa a Madrid.

Update (23 de Agosto de 2006):
Este post está dedicado a Ume y su "espantat".

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