lunes, 4 de octubre de 2004

Paciencia

Siempre me han dicho que dispongo de una paciencia de santo, lo cual no niego aunque reconozco que tiene sus limitaciones y donde más lo noto es en el tema de las colas, sin embargo lo de este fin de semana es para nota.

Cuando fui a comprar el periódico el sábado me encontre con una madre y su hija hablando con el quiosquero, así que educadamente decidí a que terminaran su conversación. Pero no, la señora en cuestión, a pesar de haberse percatado de mi presencia siguió largandole el rollo acaparando la atención del vendedor.

De haber tenido el dinero justo y fácil acceso al periódico lo hubiera cogido, pagado y me hubiera largado con un hasta luego, dejándoles seguir hablando sobre lo divino y lo humano. Por otra parte, he de decir que la conversación era relativamente interesante. Hablaban (en realidad la única que lo hacía era la señora) sobre algún coleccionable que reparte un periódico relacionado con la pintura.

Al de treinta segundos de estoica espera se acercó una tercera persona a comprar el periódico y viendo el percal me indicó que cogiera el periódico y me fuera. Sin abrir la boca le hice un gesto como dejándole ver que entre "El país" y yo se interponía el culo de la susodicha, así que él cogíó "El mundo", de mucho más fácil acceso y se largó momento que aproveché para hacerme con mi preciado botín...

El domingo, en cambio, dejé que se me colaran...

La situación era parecida, sin embargo en este caso la espera era producida a que otra señora había comprado varios diarios con sus infinitos coleccionables. Y entre que me falta la enciclopedia del ABC, el DVD del País, que si me das una bolsita, que si me cobras, etc... dio tiempo a que un señor de avanzada edad se me colará vilmente, lo cual es perfectamente comprensible pues parece que los jovenes no tenemos otra cosa mejor que hacer que pasarnos la mañana del domingo comprando la prensa.

Y no hubo despiste por su parte, ¡qué va!.

Veamos, se acercó y miró de reojillo el periódico que tenía en mis manos. Cogió el suyo, primero el As y luego el ABC que se le cayó al suelo. Rápidamente me agaché para recogérselo como diciéndole:
- ¿Me ves bien?, ¡Estoy aquí!.

Pero sus intenciones se veían venir a la legua. En cuanto se fue la primera señora alargó su mano y le tendió un billete de cinco euros.

Me sorprendió su agilidad para la edad que aparentaba...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jejejeje No te olvides de las abuelas que se cuelan en el super porque tienen mucha prisa o les duelen las piernas para después pasarse media hora hablando en la puerta…
Lo mejor son las colas para sacar entrada para un concierto, ahí se conoce gente muy interesante.