miércoles, 25 de junio de 2008

El año anterior había ganado uno de los premios que en mi colegio se otorgaban a los mejores alumnos de una clase; así que en el siguiente curso académico a la llegada de las notas correspondientes a la primera evaluación nadie esperaba que cuando mis padres abrieran el sobre con las calificaciones, encontrasen allí el primer fracaso de mi vida (técnicamente éste no se puede considerar fracaso como tal).

Ni que decir que lloré amargamente, intentando justificar esa calabaza en un profesor que me tenía manía, lo cual no era del todo cierto (¿mi primera mentira?), aunque años después quedara patente nuestra falta de "feeling" por cuestiones que no merecen la pena relatar aquí.

Sufrí lo indecible ese año intentando superar ese "insuficiente" en expresión escrita, no tanto por mi forma de expresarme (que es bien evidente que tampoco ha mejorado), como por mi ilegible letra.

Hay que decir que yo (por entonces) era un niño bueno. Demasiado bueno. Y no me atrevía a transgredir las normas que por entonces me habían inculcado. Fuera por eso o no, el caso es que para no caer en el vicio de la "dulcolexia" (o algo así...) a uno le habían enseñado que las letras de una palabra debían escribirse con un único trazo sin levantar el lapicero hasta finalizar esa palabra. Si a eso le sumamos que nos tenían prohibido escribir a bolígrafo y dado que uno nació zurdo con lo que su mano termina por difuminar todo lo que sus dedos gordo e índice han escrito antes, quedan como resultado unos escritos impresentables desde el punto de vista estético.

Un par de años después hice lo que fue mi primer acto de rebeldía. Tras observar la letra de muchos compañeros de clase, decidí separar las letras de cada palabra. Desde entonces mi letra sin llegar a ser bonita resulta mucho más legible.

Ahora bien, no creo que ninguno de mis compañeros a los que imité, hayan transgredido tantos convencionalismos como yo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si te contara...

En aquellos años de la infancia en que se se comenzaba a escribir a lápiz, para más tarde, cuando ya dominabas la caligrafía, pasarse al bolígrafo, fui la última de mi clase en hacerlo, y creo que más bien por convencimiento de mi "profe" de que no se podía esperar otra cosa, que esa iba a ser definitivamente mi letra. Y ni contar las tardes que quedaba castigada a repetir todas las tareas escritas en un intento inútil de que hiciera un texto escrito más o menos legible.

Y lo peor de todo, es que apenas he mejorado desde entonces!!

Anónimo dijo...

Tantas horas de caligrafía, palotes y cuadernos llenos para esto:

http://www.flickr.com/photos/alduntza/2449161413/

Si alguien lo viera ahora...

Hay veces, al leer lo que escribes, me asustas. Pienso si no lo habré escrito yo estando dormido...