miércoles, 29 de noviembre de 2006

Despierto. Somnoliento me acerco al baño. Abro el grifo de la ducha y durante unos segundos contemplo al espectro monstruoso que se refleja en el espejo.

Entonces me percato del absurdo gasto de agua que estoy haciendo que se convierte en pecado mortal durante las épocas de sequía como las que padecemos. Y me acuerdo de la bronca que la eché por no cerrar el grifo de agua mientras secaba los platos.

El chorro de agua purifica mi cuerpo. Sólo mi cuerpo.

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