Se llamaba Natalia, compartíamos pupitre y en ocasiones libros, si bien yo dejé claro desde el primer momento que nuestro régimen iba a ser de separación de bienes, pues los cuadernos de escritura, los lapiceros de colores, y las ceras eran míos y solo míos.
Nuestra relación fue más o menos buena, hubo momentos de pasión en los que nos besábamos en las mejillas y alguna discusión provocada por el hecho de que yo prefería emular a Iribar o a Dani con mis amigotes en lugar de jugar a papás y mamás con las suyas.
Me dejé atrapar por sus encantos y me enamoré perdidamente, sin embargo nuestras familias no debieron ver con buenos ojos nuestra relación. Al año siguiente, sus padres le llevaron a estudiar 1º de E.G.B. a un colegio distinto que el mío, truncando así nuestra bella historia de amor.
2 comentarios:
¡Qué historia de amor más bonita!
Yo creo que la recuerdas así porque terminó bruscamente. Os quedasteis con los buenos ratos y os evitasteis el desgaste.
mmmmmmm y que será ahora de ella?
Musu bat
Sí, dicen que las primeras historias son las más bellas...
Alguna vez mi madre me habló de ella, incluso años después. Debía vivir cerca de casa. Yo por no recordar, no me acuerdo ni como era entonces...
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