Una de las cosas que la edad no ha conseguido eliminar por completo en mí, son los prontos que me dan en ocasiones y por los que realizo determinadas acciones a priori impensables (impensables en una persona talludita, sensata y coherente, entiéndase). En el fondo creo que los necesito para no encasillarme demasiado dentro de la categoría de "previsible" en la cual nado no muy a gusto.
Tal vez éste que narro no fuera el primero, sin embargo, no sé porqué hoy me ha venido a la mente.
Andaba con mis padres y unos amigos de excursión por la sierra de Urbasa cuando detecté un rebaño de ovejas. Quizá a mis 10 años debía tener vocación de antidisturbios porque decidí disolver la concentración y poco a poco fui dividiendo el gran grupo en otros más pequeños hasta que quedaron decenas de ovejas dispersadas por toda la pradera. Y claro... afanado en esa tarea era incapaz de observar lo que sucedía a mis espaldas: mi padre discutiendo con el pastor para que no me zurrara con la vara de avellano.
Ni que decir que aún no me he aprendido la lección...
2 comentarios:
Tú actitud podría ser mejor entendida si supiéramos si las ovejas en cuestión eran churras, merinas o latxas... Que en los tiempos que corren, no va a dar lo mismo.
Ya te veía yo un tufillo de "beltza", ya...
"...impensables en una persona talludita, sensata y coherente, entiéndase...". Y esta persona ¿quién se supone que es?.
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