martes, 4 de octubre de 2005

Humos, humos y más humos.

Leo aquí una curiosa medida para terminar con la dictadura de los coches en las ciudades: obligar a los conductores a ponerse unas orejas de burro mientras se encuentren conduciendo sus vehículos.

Y por supuesto que la apruebo, y no sólo porque algunas personas se comportan como tales en cuanto agarran un volante, sino porque ahora que llevo nueve meses sin contaminar pulmones ajenos me veo con más derecho para exigir una ciudad libre de humos y del mismo modo que se me acotó a mí los lugares para contaminar espacios públicos pido que se haga lo mismo con los que ensucian las ciudades con sus tubos de escape y sus cláxones. Ea!.

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