Nunca hubiera imaginado que cuando Samuel decidió que a la nueva le tocaba comprar el café se iba a armar tanto revuelo.
Lo que empezó como una broma (cierto es que una vez hecha la gracia rectificas y le mandas la compra a otro) se acabó desbordando.
Primero surgió el corporativismo femenino (¡Cómo le mandas a la nueva!), después que si aquí mando yo, luego que si me doy de baja, y más tarde la elaboración de unos estatutos para la sociedad cafetera.
El martes me veo inscribiéndonos en el registro de sociedades.
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