- ¿Quedamos a tomar algo?
- ¿Dónde?
- En la Plaza de Olavide...
Sonreí... Y ella debió captar el porqué. A su llegada a Madrid yo le hablé de la existencia de esa plaza, que aún no había logrado encontrar. Tiempo después fue precisamente ella quien me la enseñó.
- Vale!, así recordamos a Couso... (*).
Allí fue donde me comentó su decisión de abandonar definitivamente Madrid. Donde despedí a mi
alma hermana, o quizá mejor donde ella y yo tomamos definitivamente rumbos opuestos, donde nuestras historias, antaño similares, comenzaron a diverger cada vez más, y donde cada uno a su manera comenzó a separarse (a su manera) de sus sueños de juventud.
Años después, volviendo de Gipuzkoa, su coche se salió de la carretera y dio varias vueltas de campana. Tardé varios días en enterarme de lo sucedido y entendí (comprendí) que nuestra amistad era un imposible. Ya sí que lo era.
Ayer, sin embargo, pude volver a disfrutar un momento de su sonrisa.
- ¿Quedamos?
- ¿Dónde?
Ya no habrá "plazas de Olavide".
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(*) José Couso, periodista asesinado en Iraq por las tropas militares que invadieron y ocuparon dicho país, solía frecuentar a menudo dicha plaza.